Padre
Adulto
Niño
-Te
presento una compañera tuya de Praga. Me ha traído unas fotos preciosas.
La mujer le dio la mano a Teresa y cogió
sus fotos.
-Échele
mientras tanto una mirada a las mías dijo.
El redactor le dijo a teresa con voz casi
de disculpa:
-Esto
es exactamente lo contrario de lo que ha fotografiado usted.
Teresa dijo:
-Que
va. Si es lo mismo.
Nadie entendió aquella frase y a mi mismo
me causa cierta dificultas explicar lo que quería decir teresa al comparar a
una playa nudista con la invasión rusa. Estuvo observando las fotografías y se
fijó durante largo rato en una en la que aparecía los cuatro miembros de una
familia: la madre desnuda, inclinada hacia los hijos, de modo que le colgaban
unas grandes tetas, como le cuelgan a las cabras o a las vacas; detrás, el
padre igualmente inclinado, cuyo paquete parecía también una especia de ubre en
miniatura.
-¿No
le gusta?- preguntó el redactor-
-Está
estupendamente hecha.
-Más
bien parece que es el tema lo que le choca-dijo la fotógrafa-. Se nota en
seguida que usted no es de las que van a una playa nudista.
-No- dijo Teresa
El redactor sonrió:
-Al
fin y al cabo, se nota de donde viene. Los países comunistas son terriblemente
puritanos.
La fotógrafa dijo con maternal amabilidad:
-¡No
hay nada de particular en los cuerpos desnudos! ¡Son normales! ¡Todo lo que es
normal, es bello!
Teresa recordó a su madre cuando andaba
desnuda por la casa. Oía en su interior una risa que sonaba en algún lugar a
sus espaldas, mientras corría a cerrar las cortinas para que nadie viese a la
madre desnuda.
La fotógrafa invitó a teresa a tomar un
café.
-Las
fotos que ha hecho son muy interesantes. He notado que tiene un enorme sentido
del cuerpo femenino. ¡Ya sabe a lo que me refiero! ¡Esas jóvenes en posturas
provocativas!
-¿Las
que se besan frente a los tanques rusos?
-Si.
Sería usted una estupenda fotógrafa de moda. Claro para eso necesitaría ponerse
en contacto con alguna modelo. Lo mejor es que sea alguien que esté empezando,
como usted. Luego podría hacer una serie de fotos muestra para alguna firma.
Claro que le haría falta algo de tiempo antes de salir adelante. Mientras
tanto, solo hay una cosa que podría hacer por usted. Presentarle al redactor
que lleva la sección de jardinería. Es posible que allí necesiten fotos de
cactus, rosas y de ésas cosas.
-Muchas
gracias –dijo teresa sinceramente, por que notaba que la mujer que estaba
frente a ella tenía buena voluntad.
Pero
luego se dijo: ¿por qué iba a tener que hacer fotografías de cactus? Y le
repugnó la idea de tener que pasar una vez más por lo que había pasado ya en
Praga: la lucha por el puesto, por la carrera, por cada foto publicada. Nunca
había sido ambiciosa por orgullo. Lo que quería era escapar del mundo de la
madre. Si, lo tenía completamente claro: fotografiaba con gran ahínco, pero
podía dedicar aquel ahínco a cualquier otra actividad, porque la fotografía no
era más que un medio para llegar “más lejos y más alto” y vivir junto a Tomás.
Dijo:
-Sabe,
mi marido es médico y puede mantenerme.
No necesito dedicarme a la fotografía.
La fotógrafa dijo:
-¡No
entiendo cómo puede dejar la fotografía después de haber hecho unos retratos
tan hermosos!
Si, las fotografías de los días de la
invasión fueron otra cosa. Aquéllas no las había hecho motivada por Tomás, sino por la pasión del odio. Una
situación asó nunca volverá a repetirse. Además, aquellas fotografías, que hizo
apasionadamente, nadie las quiere ya por que no son actuales. Sólo el cactus es
eternamente actual. Y los cactus no le interesan.
Dijo:
-Es
usted muy amable. Pero prefiero quedarme en casa. No necesito un empleo.
La fotógrafa dijo:
-¿Y se encuentra a gusto quedándose en casa?
Teresa dijo:
-Más
que fotografiando cactus.
La fotógrafa dijo:
-Aunque no fotografié cactus, es su vida. Si vive solo para su marido, no es su vida.
Teresa se sintió repentinamente irritada:
-Mi vida es mi hombre y no el cactus.
También la fotógrafa hablaba con irritación:
-¿Es capaz de decir que se siente feliz?
Teresa dijo (con la misma irritación):
-¡Claro que me siento feliz!
La fotógrafa dijo:
-Eso sólo lo puede decir una mujer muy… -no quiso terminar de decir lo que pensaba.
Teresa lo completó:
-Quiere decir: una mujer muy limitada.
La fotógrafa se contuvo y dijo:
-Limitada no. Anacrónica.
Teresa dijo pensativa:
-Tiene
razón. Eso es exactamente lo que mi hombre dice de mí.
BIBLIOGRAFÍA:
Kundera, Millan. La insoportable levedad del Ser. Editions Gallimard.
Kundera, Millan. La insoportable levedad del Ser. Editions Gallimard.
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